martes, 3 de enero de 2012

La Avenida del futuro

En los años 70, el gran aumento de tráfico en la ciudad, hizo que cada vez fuera más necesaria la creación de una avenida, que uniera la zona residencial de El Sardinero con el Aeropuerto y todo el área de expansión al norte y oeste del Paseo de General Dávila.



Se proyectó en 1981 y sería y es la avenida más larga de toda la ciudad: la Avenida de los Castros. Una vía de alta capacidad, ajardinada, llena de servicios y destinada a la construcción de urbanizaciones modernas. Además de eso contaría con la mayoría de las facultades de la Universidad de Cantabria y serviría de puerta de entrada al Parque de Las Llamas, unos humedales junto a las playas de El Sardinero que profundizan tierra adentro creando una vaguada llena de vida natural.

Tras casi 30 años de vida, sigue siendo el principal eje de la vida moderna de la ciudad de Santander y como nudo de expansión comercial y de ocio más allá de la zona del puerto y de las playas de El Sardinero (muy visitadas en verano), lo que hace que por su cercanía, goce de una vital importancia.

Con esto, quiero dar un pequeño guiño al lugar que casi me ve nacer y donde he pasado tantísimos gratos momentos mirando al mar, y de reojo a los campos de Sport del Racing de Santander.

sábado, 31 de diciembre de 2011

El Centro de Arte Botín se asoma a la bahía con dos edificios suspendidos sobre pilares

El Centro de Arte Botín, el proyecto de Renzo Piano que está llamado a cambiar la pequeña y la gran historia de Santander, fue presentado ayer en una sesión que dejó traslucir la importancia de la ocasión y en la que se escucharon palabras como «revolución cultural», «cambio de modelo» e «internacionalización». Y el objeto de estos elogios, además del plan cultural y artístico que encierra, es un edificio suspendido sobre la bahía y formado por dos rectángulos truncados, unidos por una plaza a la que se llegará por una pasarela desde los jardines de Pereda. La primera obra del arquitecto genovés en España fue explicada ante la clase política de la región por su autor y por el presidente de la Fundación Botín, Emilio Botín, su promotor y financiador. Y cada uno con su lenguaje: el de Botín, directo como una cuenta de resultados y el de Piano, poético y evocador. Y los dos en sintonía: con corbata roja.

Botín centró rápidamente el tema: «Será inaugurado en el verano de 2014 (las obras empezarán en el verano de 2012), en el 50 aniversario de la creación de la Fundación. El coste ascenderá a 62 millones de euros y tendrá una dotación para actividades de siete millones al año. Esperamos que el primer año acudan a sus salas 150.000 personas».

Pero más allá de las cifras, el ambiente que se respiraba ayer en la Fundación Botín trasmitía el convencimiento generalizado de que esta vez sí, de que este es un proyecto que tiene un final anunciado y una ambición clara: cambiar el centro de la ciudad, instalar en una ubicación clave un edificio que se convertirá en lugar de encuentro, formación, ocio y cultura y que será un motor económico para el sector de servicios de Santander. Y colocar a la capital en el circuito mundial del arte. El alcalde de Santander, Íñigo de la Serna, lo resumió en una frase: «será una revolución en el modelo cultural de la ciudad y una oportunidad que no vamos a desaprovechar».

Más pequeño
Renzo Piano confesó que este es el primer proyecto que diseña que ha empequeñecido de tamaño mientras progresaba su desarrollo sobre papel. «No se trata de enseñar músculo, sino de ser sutil. Y, además, hemos intentado devolver a la ciudad parte de lo que nos dio inicialmente. Al no ocupar todo el solar generamos un gran parque de 17.000 metros cuadrados con 200 árboles que se unirá a los espléndidos Jardines de Pereda».

Que no se vea esto como una precaución ante las críticas que, en cuanto a tamaño y ubicación, han proliferado en Santander en los últimos meses: «No soy tan tímido como para comprometer mi proyecto porque me preocupen las críticas», adujo Piano. «Simplemente, era el tamaño apropiado», aseguró Piano. Y el tamaño apropiado es una construcción de 6.000 metros cuadrados (2.000 menos que en primer proyecto), de los que 5.000 están sobre los muelles y los 1.000 restantes son subterráneos y albergan los servicios.
Piano, no obstante, destacó y enfatizó a lo largo de su intervención en el carácter de edificio público del centro y su voluntad de que sirva como el gran lugar de encuentro de la ciudad. «Y espero que los santanderinos estén orgullosos de él».

La luz de la bahía
Y, efectivamente, el 'nuevo' Piano no enseña músculo. Se agazapa en cierta manera bajo los árboles de los Jardines de Pereda, cuya altura no superará («los pilares tienen la altura de los troncos y la parte cerrada del edificio es como las copas de los árboles»), se adentra en el mar para no comer demasiado terreno a los muelles, levita sobre sus columnas para no quitar más vistas de las imprescindibles e intenta dejar paso libre a «esa luz tan especial que viene desde la bahía por el sur» y, a la vez, no turbar el paseo al borde del mar «y el encanto de acercarse al agua». Y juega con ideas «divertidas y poéticas», como la pasarela de cien metros que atraviesa a cinco metros de altura los Jardines de Pereda y llega hasta la plaza que divide los dos edificios, el Ala Este y el Ala Oeste, la cruza y se adentra 25 metros en la bahía. Ese juego es una de las características que más llamaron la atención en la presentación, ya que además creará un mirador inédito sobre la bahía y será la clave de la parte más lúdica -«más liviana», dijo Piano- del proyecto, enfocada al ocio de los visitantes.
Los dos volúmenes, suspendidos a cuatro metros de altura sobre los muelles y sustentados por cuatro columnas de acero, dividirán el programa cultural.


El Ala Oeste, dedicada a salas de exposiciones y espacios relacionados con el arte, tendrá dos niveles de cinco metros de altura cada uno y con la posibilidad de variar las dimensiones interiores según los requerimientos del programa. La ‘piel’ del edificio será mixta, en un lado cerámica «ese material brillante, luminoso, alegre y vivaz», como lo define Piano, y por el otro cristal. Así, las salas de exposición estarán abiertas al sur y al norte por grandes espacios acristalados y recibirán luz natural por los tragaluces ubicados en la azotea. Bajo este edificio estará la entrada principal al Centro de Arte, en otro recinto también acristalado que albergará además un restaurante/cafetería y una tienda.

El Ala Este se destinará a actividades culturales, seminarios de formación o programas relacionados con la amplia actividad educativa de la Fundación Botín. En el primer nivel habrá un área de doscientos metros cuyo cierre acristalado podrá retirarse con lo que la sala quedará abierta al mar y un auditorio de 400 metros cuadrados con 300 asientos desmontables. Y,uniendo ambos, la Plaza de Arriba, 500 metros cuadrados suspendidos a cinco metros de altura sobre la bahía, que comunicará ambos bloques y proporcionará un nuevo balcón peatonal, una inusual vista de la ciudad y la posibilidad, a través del espigón de 25 metros de largo, de estar ‘colgado’ literalmente sobre el agua.

Este espìgón forma parte del que puede denominarse ‘programa social’ del edificio y que se desarrolla junto al gran parque que se creará en el resto de la parcela ahora ocupada por el aparcamiento de coches del ferry, «un lugar industrial, degradado y vedado al público», como enfatizó el alcalde de Santander.

Piano hizo especial referencia a este parque y a su empeño personal en que el edificio «dejará espacios». «Lo importante no son los metros, sino la intensidad y un edificio no debe intimidar a la gente». De esta manera, el parque albergará 200 árboles y, en un lugar destacado, la nueva ubicación de la Grúa de Piedra. «Quiero que sea un punto de encuentro para la ciudad, que mejore a la gente y que la haga disfrutar de la vida. La arquitectura debe contar historias».

viernes, 30 de diciembre de 2011

Santander, eres novia del mar

Portus Victoriae era el nombre que los romanos daban a la actual capital cántabra. Más de dos siglos de historia de un puerto bañado por un gran estuario, del que dicen, ser el más grande de todo el Cantábrico: la bahía de Santander. Su fundación, es fruto de las ansias de conquista y expansión de la civilización que mayor impronta ha dejado en nuestra cultura: la romana. La larga guerra que se venía dando con las tribus cántabras, agazapadas en la cordillera Cantábrica era un quebradero de cabeza para el emperador Octavio Augusto, convirtiéndose en un tema de Estado muy importante en las sesiones del SPQR (el Senado romano). Tanto así, que uno de los primeros 'invitados de Honor' a la ciudad fue el mismísimo emperador, que enamorado del lugar, dirigió sus tropas hasta la derrota de las tribus cántabras y la victoria de las huestes imperiales, lo que daría con la conversión de la península Ibérica en la provincia más apreciada de todo el imperio Romano: Hispania.



La historia siempre ha ido unida a esta ciudad, que aunque en el norte de la geografía española, tiene una orientación meridional, hacia su bahía, que culmina en un magnífico parador a 570 metros de altura, llamado Peña Cabarga. Una inmensa mole de hierro, y que de sus entrañas se ha extraído el mineral rojo por siglos. Un mineral que tenía como punto de despedida el puerto de Santander, eje de dinamización económico, social y cultural de la que por mucho tiempo fue el último lugar de España que veían los emigrantes en los trasatlánticos que partíeron durante casi dos siglos a México, Cuba y Venezuela, principalmente.

Muchos cántabros, o montañeses, como nos autodenominanos y nos señalan popularmente, emigraron a un continente lleno de recursos: América, y muchos de ellos durante el siglo XIX y XX regresaron por todo lo alto. Eran los indianos. Embellecieron Santander y toda La Montaña, que es como se llama cariñosamente a la querida Tierruca: Cantabria. Palacetes y casonas (construcción popular señorial) de nueva planta, empezaron a poblar una zona casi sin poblar y puerta de entrada para los barcos a Santander: El Sardinero.

El barrio de El Sardinero es quizá el barrio más conocido de Santander. Es el barrio noble de la ciudad. Un lugar que aún tiene en sus calles ajardinadas, con muros de piedra y blasones familiares el aroma de un tiempo de oro: La Restauración. Un tiempo en que el barrio y la ciudad entera, se vestían de gala todos los veranos para recibir a la Familia Real, a la nobleza, al Gobierno, sirviendo como centro de la Alta Sociedad, como lugar idóneo para los negocios al tiempo que se disfrutaba de los Baños de Ola (desde 1852), un puerto de recepción de reyes, emperadores, presidentes, grandes duques, príncipes...que venían a despachar con el Rey de España, Alfonso XIII, enamorado de la ciudad que le regaló en 1908 un promontorio frente a la bahía el que años más tarde sería el símbolo de la ciudad: el Palacio de La Magdalena.



Un incendio, en febrero de 1941, destruyó gran parte de la ciudad. Su alma permaneció y su deseo de sobrevivir y hacerse valer aún más. Un hecho que hace más bella a la ciudad, que como el Ave Fénix, resurgió de sus cenizas y creo en varios de sus barrios un nuevo Santander de gran belleza, distinta a la época anterior al incendio, pero de gran belleza, que tiene doble mérito si recordamos que ocurrió en un tiempo de escasez de todo en España: la postguerra.

El reflejo en la bahía de los parisinos palacetes de miradores blancos convierten a Santander en esa novia del mar, que en tantas canciones ha sido recordado. Gerardo Diego Diego decía al sentir el viento sur, un fenómeno meteorológico de la cornisa cantánrica que le parecía estar en mil sitios al tiempo cuando se sentaba en la Plaza de Pombo, y es que la arquitectura clásica de estilo imperial de la ciudad, las palmeras de sus parques y fincas, traídas por los indianos de América y esa temperatura especial junto a la cristalina bahía, nos hace dudar del lugar en el que estamos, y que nos traslada.